Desde los ojitos asombrados de mis primeros alumnos, reflejo fiel del campo en donde se abrieron a la luz, mis sentimientos fueron cautivando y guardando la belleza de los horizontes infinitos, la vida simple, la sencillez de gestos y palabras que expresaban sentires auténticos y transparentes.
Los caminos me llevaron cada vez más lejos, nuevas experiencias, una sensibilidad a flor de piel, herencia también de mi ancestro campesino, transformaron mis manos en artesanas, ansiosas de expresar con la palabra o los pinceles sensaciones, sueños, esperanzas, frustraciones, la vida misma de dulce y agraz de mis hermanos de peregrinaje y la mía propia.
Mis plantas sienten los extremecimientos de la tierra sufriente, mi frente se hiela con el beso amargo del aire enrarecido, mi corazón, que palpita al ritmo vital del planeta enmudece frente a toda violencia o injusticia.
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